jueves, 17 de mayo de 2018

Angelita Montoya. Flamenco viene del sur. 14-5-2018. Teatro Alhambra.

La noche del cierre del ciclo 'Flamenco viene del sur' fue una velada templada. En todos los sentidos. Fue una lucha por querer cambiar las temperaturas del flamenco, por querer dar calor y color al duende sin conseguir que transmitiera un rayo lo suficientemente intenso como para provocar un escalofrío. Paradójico. Angelita Montoya, una gran cantaora, con un metal de voz más que flamenco, publicó su primer disco hace apenas unos meses. 'Versos olvidados' es un homenaje a algunas poetisas de la Generación del 27, un alegato a la mujer como creadora de versos que la sociedad se encargó de tapar y esconder en una época en la que La República dejaba la puerta abierta a la libertad de pensamiento como medio de expresión. Y en ese medio, escrito en este caso, aquellas cuarenta valientes quisieron dejar huella en la historia. Con ese testigo literario, Montoya quiso reconocer no sólo a éstas, sino la lucha de género y la igualdad. 


En el terreno escénico, Angelita se acompañó de la guitarra de Fran Cortés, el piano de Alejandro Cruz y las palmas y percusión Amparo Lagares, Manuel Valencia y Adolfo Carmona. Desde un punto de vista periférico, el espectáculo transcurrió algo lento y lineal ya que la canción ralentizada, la zambra o las bulerías mantenían por defecto la misma línea lo que pasó factura. Bien es verdad que el aforo no acompañó (media entrada) por lo que el calor del público tampoco fue suficiente para reconocer la inmensa valía artística de Angelita. Voces en off con recitados de Cristina de Arteaga, Casilda de Antón del Olmet o Zenoria Camprubí entre otras, alimentaban la templanza preestablecida desde el inicio. 


Soleá, alegrías, tangos, fandangos (Del Gloria y de Huelva-Parrala-Manuel Torre), bulerías o seguiriyas nos mostraron a una cantaora con una madurez en la garganta fascinante. Todo lo que pasa por ese filtro lo hace flamenco. Lo que sí consiguió fue crear una atmósfera en la que el predominio de su figura sobre el escenario fue el todo. Fue fundamental y magnífica la dirección musical de Alejandro Cruz quien, con el piano, logró que todo confluyera musicalmente. No me cuadró que hubiese en la seguiriya sonido en off marcando los tempos, máxime habiendo tres palmeros sobre la caja escénica. Se acordó igualmente la cantaora de Manuel Molina rubricando unas bulerías con el 'aire' que sólo él sabía gestionar en la sonanta y del cante. 


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